**Marisa Graham: El afán de poder disfrazado de defensa de los niños**

El mandato que no quiere concluir

Marisa Graham, la Defensora de Niños y Adolescentes, ha vuelto a hacer de las suyas en un descarado intento de aferrarse a su cargo, poniendo en peligro la institucionalidad y manipulando las normas a su favor.

El mandato de Graham finaliza el 28 de febrero de 2025, pero ante la incertidumbre en el funcionamiento de la Bicameral de Defensor de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, ha encontrado la oportunidad perfecta para perpetuarse en el puesto.

El apoyo del kirchnerismo: una maniobra política

El bloque kirchnerista, en un claro acto de apoyo político, ha promovido una resolución para respaldar a Graham, demostrando que la gestión de la Defensoría se ha convertido en un juego de poder y favores.

Este respaldo no es un avance para la defensa de los derechos de los niños, sino una maniobra política que asegura la permanencia de Graham en el puesto, aunque ello implique vulnerar los principios de renovación y control institucional.

Manipulación de la normativa: una interpretación caprichosa

Marisa Graham ha emitido una resolución el 7 de enero en la que modifica la normativa interna de la Defensoría, basándose en una interpretación muy cuestionable de la Ley 26.061.

En su resolución, Graham argumenta la existencia de un supuesto «vacío legal» y una «incertidumbre insoslayable» que justificarían su permanencia en el cargo, a pesar de que la falta de reelección o designación de su sucesor no debería ser motivo para vulnerar los principios de renovación.

Priorización del poder sobre la defensa de los niños

La justificación de Graham oculta un juego de poder que tiene poco que ver con la protección real de los derechos de los niños y mucho con su afán de perpetuarse en el cargo, aunque ello suponga convertir la Defensoría en un instrumento político a su favor.

El interés de Graham en mantenerse en el poder es evidente, pues lleva en el cargo desde 2020 y no muestra intenciones de dejarlo, demostrando que su compromiso con la misión de la Defensoría es inexistente.

La defensa personal por encima de los derechos de los niños

Marisa Graham ha dejado claro que lo único que defiende es su puesto y su permanencia en el poder, sin importar los costos para la institución ni los efectos negativos para los derechos de aquellos que debería proteger.

La manipulación de las normas y el aferramiento al cargo son un reflejo de su falta de compromiso con la defensa de los derechos de los niños, lo que convierte su gestión en un juego de poder y conveniencia personal.

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